¿Habéis pensado alguna vez en el crowdfunding como forma de financiar vuestra actividad periodística? Después del éxito del programa de radio Carne Cruda, Bárbara Yuste lo ha planteado como una forma de reinventarse y yo he querido analizar la cuestión.

Quizás en España no sé vea mucho, pero sí que he encontrado ejemplos de ello en Estados Unidos y América Latina. Me refiero a periodistas que quieren investigar un tema y recurren a la financiación colectiva para sacarlo adelante. Porque, seamos sinceros, el buen periodismo cuesta dinero, y con las tarifas bajísimas que se pagan actualmente, que ya ni si quiera cubren gastos la mayoría de las veces, hay temas que directamente no se investigan.

Además, es una buena opción para los profesionales que quieren ejercer su labor de forma independiente. Y es que, como bien dice el periodista Daniel Montero, los periodistas no somos los dueños del derecho a la información: nosotros lo ejercemos, pero los lectores son los depositarios. Con el crowdfunding lo que hacemos es depositar la confianza en el lector, comprometernos con él sin intereses mediáticos ni intermediarios. Y esta responsabilidad aumenta nuestro nivel de exigencia.



Expongo el caso de Nazaret Castro, periodista de la revista digital Frontread que recurrió al crowdfunding para elaborar cuatro reportajes multimedia sobre la cara y la cruz de las multinacionales españolas en América Latina. Marcó un mínimo de 4000 euros y alcanzó los 4800. Con ellos financió viajes a Chile, Colombia, Brasil y Ecuador, se encargó de la producción y divulgación del proyecto y pudo traducirlo a inglés, francés y portugués. También se sumó un fotógrafo que enriqueció mucho el trabajo. ¿Su consejo? “Creo que es clave tener muy clara no sólo la idea, sino cómo explicarla, y comprometerse a algo muy concreto”.

En España, quizás el caso más ilustrativo sea el de Jordi Pérez Colomé y su blog ObamaWorld, que sigue de cerca la política americana e internacional gracias a los donativos de sus lectores, aunando así crowdfunding y periodismo. ¿Lo más llamativo? Que explica sin tapujos sus cuentas; ya que los lectores hacen donaciones, ¡qué menos! Y resulta que en 2013 ha ingresado más de 6000 euros.



Claro que nada es tan sencillo. Si cualquier periodista pudiera conseguir el dinero de sus lectores tan fácilmente, el periodismo de los medios tradicionales estaría agonizando más aún. El periodista ha de tener un proyecto serio y una marca personal fuerte, con unos lectores implicados en su trabajo a un nivel tal que éstos estén dispuestos a poner dinero para que se investigue un tema. Especialmente si tenemos presente que en España reina la cultura de lo gratis: si no ofreces algo más, una persona no va a pagar por una información que puede conseguir gratis en internet. Aunque para excepciones está el del ElDiario.es y sus socios. Algo estarán haciendo bien.


Plataformas de crowdfunding para proyectos periodísticos:



Tras la desactualización de SpotUs y la desaparición de Emphasis, en Europa tenemos varios ejemplos en Alemania o Francia. Si lo vuestro es el videoperiodismo, en Vourno tenéis una buena plataforma. También hay plataformas tradicionales como Kickstarter o la española Verkami que tienen una sección dedicada a los trabajos periodísticos.

Pero me detengo especialmente en Información Sensible, mitad medio de comunicación, mitad crowdfunding, ejemplo en España del periodismo bajo demanda. IS es una plataforma que financia artículos, libros y documentales. El periodista sólo tiene que registrarse y proponer su historia para ver si consigue el apoyo de los lectores. Un sistema de reputación informa a los mecenas de la carrera, profesionalidad y credibilidad del periodista para que puedan decidir con conocimiento de causa si apoyar su historia o no. Una buena iniciativa del periodista Daniel Montero (El Mundo, Interviú).


No digo que el crowdfunding se convierta ahora en una nueva forma de hacer periodismo frente a la agonía de la prensa tradicional, sino en una herramienta puntual a la que poder recurrir para profundizar en asuntos que de otra manera quedarían olvidados. ¿Qué os parece? Recuperemos el valor del periodismo como servicio público, ¿no?



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